El dibujo como forma de conocimiento

Se ha dibujado siempre, como se ha hablado o gestualizado. Nuestros antepasados primitivos, los primeros, los que se sitúan en nuestro origen, descubrieron el valor principal del signo lineal: su especial ductilidad figurativa y lo convirtieron en una forma de expresar su relación con el entorno que quedó reflejada en las paredes de las cavernas. Gracias a ello, ha llegado hasta nuestros días un legado que expresa claramente de qué manera el hombre primitivo se asocia con su realidad y muestra con ello su condición.

El dibujo materializa el nacimiento de una idea, la modalidad de pensamiento artístico, la manera de enfrentarse y resolver cualquier problema formal, pero también, es una imagen especular del yo más personal y profundo del artista, su modo de asimilar la realidad, de situarse frente al mundo.

Una mirada sobre la historia del Dibujo es una mirada a toda la historia del hombre. Los primeros dibujos están ya en las cuevas prehistóricas del País Vasco, de la Valltorta, de la Dordogna o en las estaciones de pretroglifos o geoglifos venezolanas. El paso del "homo faber" al "homo sapiens", que se da en Altamira o en Lascaux, se caracteriza porque este último diseña en sus cuevas. Del auriñaciense al magdaleniense, entre treintayocho mil y diez mil años antes de Cristo, el hombre está dejando ya huella estética de sí mismo, en la cueva de la Araña en Bicorp o en los abrigos rocosos de Apure o de Bolívar. Parece que el destino del hombre ha seguido la frase que los romanos dejaron puesta en boca de Apeles "nulla die sine linea". Que no pase un día sin dejar una marca de uno mismo. "Nulla die sine linea", reflejada también en la obra de Francisco de Goya, en la de Pablo Picasso, en la de Joan Miró, o en la de Philip Guston.